viernes, 21 de marzo de 2008

Animalidad en Fuera de Interviú

por Georgina Lizet



Si bien algunas palabras como podría sugerir el título de este fascículo, permanecen fuera de la entrevista que María Villatoro sostiene consigo misma (cambios -abruptos al parecer- de persona, número y tiempo), generan en Fuera de Interviú un movimiento de voces anacrónicas: rugidos, bramidos, crocitares y aullidos atemporales frente al espejo.
Con hilares reflexivos que anhelan tejer la existencia expresada en el largo aliento de su propia voz, Villatoro nos remite a un eco de este tiempo verbal, simultáneo, extenso y apresurado: el destiempo de una torre en ciernes que lo va desbordando todo.
En esta explosión de palabras, la "animalidad" del corazón entrega su sangre a destajo, sin miramiento de entrañas expuestas. La entrega por amor y ausencia la nace de haber tocado la muerte y la comparte fielmente, sin alterar su libre flujo.
Villatoro eleva sus emociones al punto de nombrarlas poesía, aunque bien sabe, que la poesía está en la vida, y que nosotros, -simples mortales- sólo podemos llegar a ser un canal; que el único acto que se le puede entregar a los días, es uno, que si tuviera nombre, podría llamarse: el vivir ilimitado. El amor, puente tan largo, lugar sin rumbo, es, para este trote desbocado en el proceso creativo de María Villatoro, motivo de arranque y fuga; el ritmo voluptuoso de su búsqueda tangible, en una soledad asumida pero no aceptada, o visceversa.
María, torrente en el viento, toma el instante a trago de garganta voráz para cada día y así lo entrega, gritando en el mismo bar taciturno de sus horas revueltas. Si así pues, tomáramos ese instante, que se derrama por los agujeros de nuestras manos -igual que la ausencia- tal como fue vertido -a bocajarro en pecho-, entonces, podría surgir algún suspiro regio; una voz desgarrada; el bufar de algún toro que se hiciera presente en nuestro cuerpo, desde los adentros de María.

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